13/10/07

CENAR CON EL SEÑOR Y COM-PARTIR EL PAN CON LOS NECESITADOS

EN EL NUEVO TESTAMENTO

Por: RONALDO MUÑOZ



Desde la Edad Media y el Concilio de Trento ( siglo XVI ), en la Iglesia católica la catequesis y la espiritualidad de la Eucaristía, se han centrado en la adoración del “Sacramento del Altar“, en la participación en el “Sacrificio de la Misa” con el protagonismo único del “sacerdote”, y en “recibir a Jesús” personalmente en la comunión. Más recientemente, desde mediados del siglo XX y el Concilio Vaticano II, estudiando la Biblia, y reflexionando sobre el sentido humano y religioso del “comer juntos” y la fiesta, redescubrimos en los evangelios “las comidas de Jesús con....” ( ... la muchedumbre hambrienta, con los pecadores, con la comunidad de sus discípulos y discípulas,... ). Redescubrimos en todo el Nuevo Testamento, la importancia del encuentro comunitario con el Resucitado en “la Cena del Señor” celebrando su Pascua; para alimentar nuestra fe, y hacernos “un solo cuerpo” y “un solo espíritu” con él por el amor fraterno. Recuperamos la conciencia de algo tan esencial en el discipulado cristiano, como que es mentira y “profación”, separar en nuestra práctica la participación en la Cena del Señor, del “partir el pan“ con los necesitados y el compromiso en la construcción de una sociedad más justa en solidaridad con los pobres.
Para entender mejor esta renovación profunda -- e inspirarnos para entrar efectivamente en ella -- nos puede servir mucho la carta breve de Juan Pablo II “Mane nobiscum, Domine” para el año de la Eucaristía; y sobre todo, nos debe servir la relectura del Nuevo Testamento en clave de “Cenar con el Señor y com-partir el pan con los necesitados”. Para ayudarnos en esto último, ofrezco aquí la siguiente...

G U I A D E L E C T U R A :


1. LA MESA DE JESÚS
CON LOS PECADORES

Desde el comienzo de la misión
Jesús acoge a los pecadores
y va a comer con ellos,
haciendo la contra
a los jefes y maestros de los judíos.
Y luego justifica su práctica
por así hace Dios.

Marcos 2, 13-17; Lucas 15

2. PALABRA DE DIOS Y PAN
EN EL DESIERTO

Un gran gentío, en despoblado,
va siguiendo a Jesús para escucharlo
y tiene hambre.
Él los invita a sentarse en el pasto
en grupo de cincuenta,
y para ellos multiplica
los panes y los pescados.

Marcos 6, 34-44; Mateo 4, 1-4
Juan 6, 1-15. 25-40


3. BANQUETE PARA LOS POBRES

Jesús, invitado a un banquete, aconseja:
No buscar los primeros puestos.
No invitar sólo a los amigos y los ricos,
Sino a los pobres y los lisiados,
los que no podrán corresponder.
Uno de los invitados comenta:
“Feliz el que pueda participar
en el banquete del reino de Dios.”

Lucas 14, 1-15; Mateo 8, 10-12


4. LA VIDA POR LOS AMIGOS
Y POR TODOS

La noche de Pascua en que será detenido
Jesús come con sus discípulos
su Ultima Cena antes de morir.
Y les dice:
“No volveré a comer esta Pascua con ustedes
hasta que se cumpla en el reino de Dios”.
Y luego al partir el pan ,les dice:
“Esto es mi cuerpo entregado por ustedes”.
Y al pasar la copa grande con el vino:
“Esta es mi sangre
derramada por ustedes y por todos,
la sangre de la Nueva Alianza...”
1ª Corintios 11, 23-26; Marcos 14, 12-25; Lucas 22, 1-8. 14-20; Juan 15, 12-15


5. LAVARSE LOS PIES
UNOS A OTROS

En la misma Última Cena
los discípulos discuten todavía
quién de ellos es el más importante.
Y Jesús les llama la atención:
Al contrario de los grandes de este mundo,
el más importante entre sus discípulos
tiene que hacerse el sirviente de todos,
como lo hace el mismo Jesús,
que lava los pies a los discípulos
y los sirve a la mesa.

Lucas 22, 24-27; Juan 13, 1-17


6. EN EL CAMINO DE LA TRISTEZA:
RECONOCER AL RESUCITADO

Al “tercer día” de la muerte de Jesús
dos discípulos se vuelven a casa
derrotados y tristes.
El mismo Jesús ya resucitado,
se le une en el camino sin ser reconocido
y va conversando con ellos
de lo que ha pasando en Jerusalén.
Llegando al pueblo donde iban,
acepta entrar a comer con ellos
y ellos lo reconocen cuando les parte el pan.
Lucas 24, 13-35

7. COMER CON EL RESUCITADO:
PAZ Y NUEVO ALIENTO, NO MIEDO

Jesús resucitado se hace presente luego
al grupo de los discípulos reunidos.
Les da su paz y su aliento de vida nueva,
que no tengan miedo,
pero ellos dudan.
Entonces él les pide de comer,
le ofrecen pescado y come con ellos.

Lucas 24, 36-43; Hechos 10, 40-41;
Juan 20, 19-29; 14, 27-28; 21, 9-13;
Apoc 3, 20.


8. PARTIR EL PAN CON ALEGRIA,
COMPARTIR LOS BIENES

Después de recibir el Espíritu Santo
el días de Pentecostés,
la comunidad de discípulos y discípulas
“acuden sin falta
a la enseñanza de los apóstoles,
a la convivencia,
a com-partir el pan y a las oraciones.”
Comparten sus bienes materiales
Y “parten el pan en la casas...
con alegría y sencillez de corazón.”

Hechos 2, 42-47; 4, 32-35

9. UN SOLO CUERPO

Y las comunidades cristianas
que van formándose
entre las naciones paganas,
saben que por la copa de bendición que beben
participan en común de la sangre de Cristo,
que por el pan que parten
participan en común del cuerpo de Cristo,
y por eso forman ellos mismos
un solo cuerpo.
1ª Corintios 10, 14-21

10. PAN DEL CIELO,
PAN DE VIDA ETERNA

Creen de veras que Jesús resucitado
es “el Pan vivo bajado del cielo”,
y que si en la mesa fraterna
“comen su carne y beben su sangre”,
tienen ya y alimentan en ellos
la vida eterna.

Juan 6, 48-71


11. CUERPO DE CRISTO,
CUERPO DE LOS POBRES

Pero, esas comunidades saben también
que si se reúnen para la Cena del Señor,
proclamando así su entrega hasta la muerte,
y los que tiene más
no comparten su comida
con los más pobres,
eso “ya no es la Cena del Señor”,
sino un pecado contra su cuerpo y su sangre
por el que “comen y beben
su propia condenación”.


1ª Corintios 11, 17-34;
Lucas 13, 25-27; 16, 19-31

LA IGLESIA DE JESUS, COMUNIDAD DE IGUALES

CON DIVERSIDAD DE CONDICIONES, DONES Y SERVICIOS

S A C R A M E N T O D E H E R M A N D A D
EN LA SOCIEDAD HUMANA
Por: RONALDO MUÑOZ


1. Como cristianos de pueblo y comunidades, sabemos que nuestra Iglesia en todos sus niveles, necesita y anhela ser más fiel a Jesucristo y acercarse más a la humanidad de hoy, renovándose según el Evangelio. Sabemos también que ese anhelo pasa por nuestra conversión -- como personas y comunidades, y también como institución – para ser una iglesia más fraternal y participativa, más acogedora y misericordiosa, más cercana y solidaria con los pobres.

2. El Evangelio, en efecto, nos presenta a Jesús de Nazaret, el Mesías-sirviente, que vive y actúa como un predicador popular, humilde y motivo de contradicción, que conversa con Dios en una intimidad nunca vista, que acoge a los marginados y come con los pecadores. En medio de su pueblo, él no es Maestro de la Ley, no es persona religiosa como los fariseos, no pertenece a los sacerdotes del templo ni ejerce ningún oficio en el culto. Él es un “laico” de pueblo humilde, y de los mismos convoca a la comunidad de sus discípulos y discípulas.

3. Tampoco viene Jesús a fundar una nueva secta, como son los fariseos o los esenios; no viene a establecer sobre su pueblo una nueva casta, como los Maestros de la Ley o los Sacerdotes; no viene a constituirse con los suyos en un nuevo poder sagrado – ordenador y benefactor – en alianza o en competencia con los poderes establecidos. El proyecto de Jesús, con su correspondiente estrategia, no es tampoco “fundar la iglesia” ( como una institución, con su orden y servicios ), sino anunciar y hacer presente en medio de su pueblo “el reinado de Dios”: a Dios mismo que se acerca de un modo nuevo -- como Padre misericordioso o maternal -- cambiando a las personas desde adentro ( desde el corazón ) y las relaciones sociales, desde abajo ( desde los pobres y excluidos ). Así pensaba Jesús hacer, primero del grupo de sus discípulos/as y luego (con ellos) de todo Israel, “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”.

4. Para eso Jesús forma su grupo de los Doce ( las doce tribus de Israel ), y en su camino con ellos y un círculo más amplio de discípulos y discípulas, los educa en la hermandad igualitaria, en el perdón y el servicio mutuos, en el compañerismo de la misión común. Al revés de los fariseos, les inculca que ellos tienen un sólo Padre y un sólo Maestro. Al revés de los sacerdotes, les muestra a un Dios que nos dice “Misericordia quiero, no sacrificios”. Al revés de los gobernantes, les enseña que ocupar el primer puesto es sentir y actuar como el sirviente. Por eso, precisamente, Jesús entra en conflicto con los intereses de las autoridades y con algunas expectativas mesiánicas de su pueblo, y termina llevado hasta la muerte de cruz.

5. Por eso, con el vuelco de Pascua y el don de Pentecostés, en todo el Nuevo Testamento aparecen comunidades fraternas, en convivencia sencilla y cálida, y compartiendo con los más pobres. Donde todos y cada uno son testigos y profetas, orantes inspirados y servidores, con diversidad de dones y ministerios ( lo cual no exime a esas comu- nidades de mezquindades y conflictos, como en todo grupo humano ). Allí se reconoce desde el principio la autoridad de los Apóstoles, de los Doce y de otros varones y mujeres ( como Bernabé y Pablo, Priscila y Áquila, Andrónico y Junia, Febe,... ): por haber caminado con Jesús y ser de los primeros testigos de su resurrección; por recibir del Resucitado un especial encargo de pastorear a los hermanos e ir delante en la misión. También se reconoce el ministerio itinerante de los profetas y los maestros. Y las mismas comunidades se van organizando -- diversamente, según regiones y culturas -- con ministerios estables de animación y coordinación, confirmados por los Apóstoles ( ministerios, ninguno de los cuales es designado como “sacerdocio”, ni orientado a presidir la Cena del Señor ). Pero el Espíritu de amor fraterno, de oración y profecía, se “derrama” en todos: en hombres y mujeres, en ancianos y jóvenes, en judíos y extranjeros,... Con las iniciativas y el concurso de todos se construye la comunidad eclesial, testigo y misionera, “cuerpo” visible y actuante de Jesu-Cristo en el mundo.

6. El mismo Jesu-Cristo, entregado hasta la muerte de cruz y resucitado por el Padre, es presentado en el Nuevo Testamento como el único Sacerdote de la Nueva Alianza, que vuelve inútiles al clero mediador y al culto segregado de la Antigua. Y así, el Nuevo Pueblo de Dios “en Jesu-Cristo”, tiene todo entero acceso directo al Padre, y es entero consagrado como pueblo profético, sacerdotal y real. Por eso, el cristianismo primitivo se extiende entre los pueblos de la tierra como una religión sin castas ni discriminaciones, sin templo ni sacerdotes, donde los ministerios más importantes son los del anuncio del Evangelio y la reflexión de la Palabra ligada a la vida: para “el culto espiritual” de “la fe que actúa por amor” en la vida cotidiana.

7. Y el Concilio Vaticano II, inspirándose sobre todo en la tradición juánica y siguiendo a los Padres de la Iglesia antigua, explica que la iglesia, como muchedumbre de hermanos, se muestra ( tendría que mostrarse ) “reunida por la unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”; y en cuanto tal es ( debe ser ) “Sacramento” ( signo y herra- mienta ) de comunidad fraterna para la sociedad humana. Es que Dios mismo, para la fe cristiana, no es autocomplacencia solitaria, sino perfecta comunión de amor, de los Tres iguales y distintos: comunión sin monarquía ni subordinación, acogedora y solidaria hasta el extremo con la humanidad y el mundo.

8. Con este horizonte evangélico y teo-lógico, y recogiendo el anhelo “espiritual” del pueblo fiel y de sus pastores, tenemos que recuperar entre nosotros – con fidelidad creativa – el estilo y las estructuras de una iglesia fraterna y comunitaria, entera carismática, ministerial y misionera. Una iglesia donde “la vivencia de la comunión a que ha sido llamado la encuentre el cristiano en su comunidad de base... una comunidad que corresponda a un grupo homogéneo, con una dimensión que permita el trato personal fraterno entre sus miembros... comunidad de base que sea el primero y fundamental núcleo eclesial” ( Medellín ). Una Iglesia que viva en todos sus niveles la “comunión y participación” ( Puebla ). Una iglesia donde opiniones, iniciativas y tareas, sean acogidas, animadas y coordinadas flexiblemente, por “pastores humildes y cercanos, hermanos y servidores de sus comunidades” ( Santo Domingo ). Donde el discernimiento comunitario y la deliberación colegial sean practicados en todos los niveles: a fin de “resolver en común las cosas más importantes, contrastándolas con el parecer de muchos” ( Vaticano II ).

9. Así podremos, como comunidad de discípulos y discípulas de Jesús, ser sal y luz del Evangelio del reinado de Dios; en esta sociedad nuestra tan marcada por el individualismo competitivo, por la injusticia y la segregación social; tan herida por la imposición de quienes concentran los bienes materiales, el conocimiento y las decisiones.

































EN UN MUNDO MEZQUINO Y CRUEL




Por: Ronaldo Muñoz


La presión de la propaganda en la televisión y la calle, el ambiente en el estudio y la diversión, en el trabajo y con los amigos... TODO NOS EMPUJA al éxito individual a ganar y brillar más cada uno por encima de los demás, a la “fiesta del consumo”.

Y si no conseguimos ese éxito y nos vemos excluidos de esa fiesta SE NOS TAMBALEA la autoestima y nos rondan la depresión y la amargura.


Si observamos y preguntamos más si me pongo a leer y pensar un poco más allá de mis problemas de familia y de las noticias de cada día VAMOS DESCUBRIENDO un mundo de hoy dividido e injusto, una sociedad y un “mundo global” con las grandes mayorías empobrecidas y excluídas del progreso, con formas nuevas y más masivas de fanatismo y de violencia.

Nos descubrimos en una sociedad global invadida y conquistada por una CIVILIZACIÓN MATERIALISTA competitiva y destructora de la naturaleza. Donde parece que lo único que vale es LO QUE SE VENDE O SE COMPRA POR DINERO, y donde el dinero, el conocimiento y el poder se acumulan en cada vez menos personas, en menos países y empresas supra-nacionales.

Pero también en cada uno y en este mismos mundo, podemos descubrir sueños y brotes de paz y justicia de ESPIRITUALIDAD HERMANDAD universal y reencuentro con la naturaleza.
Podemos encontrarnos con diversas formas de COMUNIDADES ABIERTAS DE FE Y AMOR de servicio desinteresado y esperanza. En distintos sectores sociales en distintos pueblos y tradiciones religiosas especialmente entre los pobres de la tierra.


A NOSOTROS LOS CRISTIANOS...

Más que a encerrarnos a revisar como vivimos, que hacemos y que dejamos sin hacer, se nos llama A SALIR Y ACERCARNOS A LOS MAS POBRES Y DESVALIDOS, a los despojados y malheridos en la orilla del camino.
Se nos llama a ESCUCHAR en esos mismos pobres y en nuestras comunidades creyentes LA PALABRA DE DIOS.

Lo que se nos hace cuerpo y sangre, amor entregado y vida nueva entre nosotros y para el mundo en JESÚS DE NAZARET, EL CRISTO.


Así podemos, en este mundo de hoy ir recuperando y re-creando la memoria, la experiencia y la esperanza
Del “misterio”
De DIOS AMOR Comunidad Trinitaria desbordante y acogedora
Del misterio de la COMUNIDAD “IGLESIA” partiendo de sus bases entre los pobres de la tierra
Del “misterio” de LA VIDA CRISTIANA que humilde y gozosamente vive y teje con otros hermandad solidaria.

Comunidad y vida cristianas de cada día, llamadas, animadas y envidadas como “LUZ DEL MUNDO Y SAL DE LA TIERRA”. Como “sacramento” (signo y herramienta) del Dios de Jesucristo, comunidad Trinitaria activo en el mundo y la historia humana para transformar a las personas desde adentro y a la sociedad desde abajo.